viernes, 25 de marzo de 2011

SERPOST

La mujer del servicio de correo postal me saluda atentamente con una gran sonrisa; sabe mi nombre y apellidos, me reconoce en cualquier lugar, el repartidor del correo se llama Valentín y algunas veces llega a casa cuando no estoy con alguna revista a la cual fue suscrita Ann.


Valentín bromeaba mucho sobre Clotilde, así se llama la mujer del correo postal. Valentín tiene o tenía no lo sé más; un romance ficticio con Clotilde, solía enamorarla en mi presencia y ella una orgullosa y correcta solterona le respondía con desplantes justificados pues el atrevido es casado. Yo que veo historias en los ojos de todos me pregunto cuan cierta era esa atracción de Valentín por Clotilde quien dista mucho de ser una mujer joven y bella; ¿Cuán ciertos eran los desplantes de esta? Cuando los veía discutir por asuntos de trabajo sentía que a ella le gustaba ese coqueteo interminable en las respuestas de Valentín, me decía para mis adentros “esta tía es feliz cuando le suelta el Valentín los perros”. Valentín tampoco es un adonis; es un tipo que siempre anda de muy buen humor y en pie de guerra por el amor, ambos tienen la misma edad rozan casi los 60.

Estas dos personas no tienen casi nada en común conmigo, pero cuando los encuentro por la calle o paso por la puerta del servicio postal me saludan con tanto entusiasmo y afecto que me transportan a esos días en que tenía que presenciar sus románticas peleas cuando pasaba por mi correspondencia semanal ,esos días yo era un árbitro y cada uno me trasladaba sus quejas, aprovechaban mi presencia para quererse de esa manera extraña, una que me divertía mucho y en la cual yo oficiaba de celestina abogando por el sinvergüenza de Valentín solicitando una bajadita de tono a Clotilde en su trato con él, era nuestro juego semanal; me pregunto si se siguen “amando” en mi ausencia ya larga por esa oficina; ellos tal vez se pregunten porque nunca más llegó la rutinaria correspondencia para mí.

Me gusta pensar que aún se aman en mi ausencia, no importa que él sea casado, en mi cabeza no lo está, él es un noble y enamorado caballero que le escribe tiernas y emocionadas cartas de amor y ella una damisela recatada que lucha contra los prejuicios sociales que la separan de su amado, porque ella lo ama a pesar que el mundo le diga que no le conviene un hombre pobre lleno solo de amor que ofrecerle; yo soy la operadora del correo postal, la celestina que lleva y trae las cartas, la que colabora con sus encuentros, la que espera que ellos jamás se dejen de amar, porque cuando amas una vez a alguien de verdad nunca deberías dejar de hacerlo,si lo haces ...tal vez se pierda el equilibrio del universo...

En mi cabeza Clotilde y Valentín si tienen un forever. Su amor será siempre algo que cuide celosamente en mi corazón aunque todos me digan que ese amor jamás existió, aunque ese amor solo perdure en este blog.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De mi parte no tolero la infidelidad, ese tipo es un rufián y ella una mala mujer,eso no es amor, es infidelidad, muy mal!!

YINA dijo...

Ciertamente no puedo defender a Valentín porque es un sinverguencilla,pero que se entienda que el supuesto romance no se consumó jamás no que yo lo haya sabido, debo defender a Clotilde eso sí que hasta donde yo se le daba de escobazos a Valentín. La parte final del relato aclara que el romance es una imaginación de quien escribe osea YO es solo un ejercicio de escribidora. Gracias por tu comentario Anónimo.